Lo arrojaron tras la cerca. No, eso sería faltar a la verdad, me lo trajeron a las 12 de la noche, lo bajaron rápido de la furgoneta (mi amigo tenía prisa, le debo muchos favores, este siendo otro, no da para reclamar nada).
– Rufus, Rufus… – Me ignoraba por completo, olisqueando el suelo sin pausa, de una esquina a otra sin detenerse en ninguna, no hacía contacto conmigo más que por la correa, la aceptaba, no la discutía, ni tiraba de ella, simplemente usaba el poco margen que le daba la correa para dar vueltas sobre si freneticamente.
– ¡Xana! ¡No! – Ya es tarde, ha salido de la cerca, quién sabe como, y rufus, aún atado a la correa, sin tirar ni ejercer fuerza, pero sin prestarme la más mínima atención, coloca a Xana habilmente entre sus patas y la monta, Xana se revuelve, primera herida de Rufus, leve, a el no le importa nada, su insistencia solo se apacigua tres meses después, tras mucho correr, muchos premios, alguna hocicada, y una permanente insitencia por mi parte en conseguir que me prestara atención, sin éxito, aparente, es decir avanzábamos, pero como la maneta de la hora, que por mucho que la mires no la ves moverse.
Primera noche, a Rufus, encadenado varios años y durmiendo en sus excrementos no se le aguantaba el olor, (mañana con sol te lavo sin miramientos). Una de las especialidades de Rufus es escapar, la primera noche no había confianza asi es que, lo subí a la planta de arriba, bloquee la escalera con una mesa, para que Xana no subiera y no hubiese jaleo, lo ate con una cuerda larga a la ventana y pobre, lloriqueo toda la noche (vivo en area ganadera, no me preocupa lo que haga Rufus cuando escapa, que de momento en 9 años me han informado de que no ha hecho nunca nada, excepto pelearse con un perro de la policía una vez, hazaña por la que salió en el periódico local, me preocupa el veneno que echan por los caminos) A las seis de la mañana cesó el lloriqueo, en más de una ocasión subí a acariciarlo, a sentarme con él, a hablarle, él desesperado seguía en su lamento revolviéndose sobre la cuerda, atándome a mi, literalmente como si no estuviese. Dormí a gusto hasta las nueve, tres horitas, subí a verle, la cuerda roída, la ventana abierta, y unas tejas rotas bajo la ventana a 3 metros, explicaban la via de escape, 4 horas después lo encontré deambulando por unos contenedores, le llamé, y vino, podriamos decir por gestos casi inapreciables que contento de verme (parece que sirvieron de algo las caricias). Tras esta aventura lo guarde en la cuadra, dos semanas, ibamos cada día a sacarlo, a pasear a jugar, a comer salchichas, me asegure en esas dos semanas que Xana y yo fueramos lo mejor de su día, una tarde terminamos el paseo en casa, se ha vuelto a ir de exploración muchisimas veces, pero ya no se va si vamos juntos aunque este suelto.
Los primeros días se atrapaba con la cuerda sistemáticamente en todos los paseos, nunca he conocido un animal con tan fina habilidad para escapar y tan patoso a la hora de atraparse a si mismo, aunque los trasgus (duendes asturianos con un agujero en la mano) le ayudan a ambas cosas, sus mosquetones se sueltan solos en prácticamente cada paseo, la correa se abre,y la cabeza a veces le encoje para salirse del collar, el primer día que se dio a la fuga y corrí tras él descubí lo inútiles que somos los seres humanos en velocidad, que mi tibia aún no estaba curada y que mi forma física era pésima, esa tarde le solté a propósito y le perseguí con la bicicleta, unos 8 km después se rindió a la evidencia de que no podía conmigo y nunca se ha vuelto a escapar, probitín debe pensar que la bici es una extensión natural de mis piernas, que bello se le veía galopando.